Rosa Negrón: una mujer que supo acoger y escuchar

El próximo 17 de setiembre se cumplen dos meses de la partida al Cielo de Rosa Negrón, supernumeraria del Opus Dei que dedicó gran parte de su vida a la educación de niños y adolescentes. Esta nota recoge algunos recuerdos de sus compañeras del Nido Alamitos, Colegio Montealto y del Colegio Miravalles, en Comas, Lima.

Hay personas que dejan huella, que señalan rutas, que son un regalo de vida: Rosa Negrón es una de ellas”, señala Mari Bernal. Según cuenta, la conoció por los años noventa y, desde entonces, por largos años, sus encuentros fueron siempre motivo de agradecimiento y bendición.

“En el Nido Alamitos, me acogió para compartir juntas el ideario: primero los padres, luego las maestras y en tercer lugar, los alumnos. Su carácter tranquilo, su brillante inteligencia, así como su bondad, eran un imán. Trabajar con ella era aprender que ser feliz es una decisión que hay que innovar y aceptar cada día, porque la Providencia se sirve de nosotros siempre y sobre todo en nuestro trabajo”.

Mari Bernal recuerda que Rosa siempre estaba presente en las charlas que se dictaban en Alamitos con ilusión y mucha profesionalidad, para los padres de familia. “Si me solicitaba apoyo para dar la clase, con antelación veíamos juntas los temas, sugería y aceptaba, siempre dispuesta a cambios. Sabía escuchar: estaba presente y abierta. Así colocó cimientos sólidos que facilitaron el trabajo de posteriores directoras”, agrega.

“Tenía el don de la paz, sabía lo que tenía que hacer, era atinada en el hablar, prudente en el decir y acogedora en su mirar”

“Tenía el don de la paz, sabía lo que tenía que hacer, era atinada en el hablar, prudente en el decir y acogedora en su mirar. No imponía: escuchaba y aceptaba. Estar con ella daba serenidad, te aceptaba, eras tú”, puntualiza.

Rosa Negrón, también fue directora del Colegio Montealto y luego, del Colegio Miravalles, donde colocó los cimientos de lo que hoy es un gran colegio en el distrito de Comas, en Lima Norte. “Recuerdo que estudiamos en equipo un curso de Orientación Familiar, y Rosa era una de las integrantes. Nunca faltaba a las jornadas de trabajo, y sus aportes eran pocos, pero atinados, siempre serenos: sabía escuchar. Al terminar los dos años de estudios, ella logró el puntaje más alto entre los más de ochenta participantes. Fue un ejemplo de sencillez, humildad y laboriosidad, teniendo en cuenta que era, al mismo tiempo, la directora de Miravalles”.

Su paso por Miravalles: hablan sus compañeras de trabajo

La actual directora del Colegio Miravalles, Karina Alegre, cuenta que Rosa Negrón fue una persona de noble corazón que transmitía mucha calma y optimismo ante las dificultades, procuraba vivir la justicia y para ello buscaba siempre escuchar “las dos campanadas”, así como tomar las cosas con esperanza y confiar siempre en Dios.

“Cuando ingresé al colegio en marzo del 2008, como profesora, a los pocos meses tuve que informarle, con recelo, que estaba embarazada, pensando que me diría que no podría continuar en el puesto. Su reacción, en cambio, fue la de emocionarse, abrazarme y felicitarme; ahí empezó a cambiar mi vida en Miravalles y gran parte de mi formación profesional ha estado presente con sus enseñanzas, consejos y confianza. Fue una gran maestra, compañera y amiga, a quien recordaré con mucho respeto, admiración y especial cariño.

Por su parte, Mery Quispe, administradora del colegio Miravalles, con quien trabajó cerca de catorce años, afirma de Rosa Negrón que era muy cuidadosa con sus horarios, “nos acompañábamos a recibir el círculo, retiro mensual, escuchar Misa después del trabajo, que son normas del plan de vida de una persona del Opus Dei”.

Una entrañable amistad

Aurora Barrenechea cuenta que Rosa fue una persona que sabía estar en las cosas de los demás. Cuando se enteraba que alguien estaba mal, seguía el tema y preguntaba cómo iba la situación.

“Se encargó de la formación espiritual del personal del Colegio, y fue la catequista de las profesoras y auxiliares que llegaban sin haber recibido los sacramentos; y lo hacía con paciencia, con iniciativa y, sobre todo, con mucho cariño. Quienes asistieron a esas catequesis recuerdan sus clases con gran alegría y cariño; Rosa les facilitaba pero también les exigía en su preparación espiritual”, agrega.

Con ella, no era posible actuar de forma apresurada, actuaba y enseñaba a actuar con prudencia buscando siempre la mejor solución

Además, señala: “Aprendí de ella a tener paciencia, a saber esperar y sobre todo reflexionar y más cuando se trataba de situaciones difíciles. Con ella, no era posible actuar de forma apresurada, actuaba y enseñaba a actuar con prudencia buscando siempre la mejor solución o por lo menos la solución que beneficiara a la mayoría”.

Para Aurora, Rosa ponía siempre mucha atención cuando alguien le hablaba. “Era capaz de identificar si algo te pasaba y no solo con las personas y alumnas más cercanas, sino con todas las personas que, por algún motivo, acudían a ella. Conocía a las alumnas y sus familias, a muchas las llamaba por su nombre cuando las saludaba por los pasillos. Ella vio crecer el Colegio, pasar de cinco hasta treinta y cinco aulas, en la actualidad. Siempre procuró que se sigan cuidando las cosas y que el trato sea como el de una gran familia, buscando la integración.

Es increíble leer los comentarios que han escrito en la página de Facebook del Colegio, tantas personas que tuvieron la ocasión de conocerla y de formar parte de Miravalles. También reconforta saber que las exalumnas, comenzando por las de la primera promoción (2013), se hicieran presentes el día del velorio, hasta las de la promoción del año pasado, quienes la tuvieron como tutora de aula”.

“Era una persona muy servicial, además de todo el trabajo que supone dirigir un Colegio, siempre estudiaba y cuando era necesario ayudar en alguna actividad o un día de trabajo extra, era la primera en ofrecerse, aunque eso le supusiera un gran sacrificio”.

“Era una persona muy servicial, además de todo el trabajo que supone dirigir un Colegio, siempre estudiaba y cuando era necesario ayudar en alguna actividad o un día de trabajo extra, era la primera en ofrecerse, aunque eso le supusiera un gran sacrificio. Miravalles sabe el gran trabajo que realizó y la mejor manera de agradecérselo es procurando continuar las huellas que ella ha dejado para que en nuestro colegio se viva siempre bajo nuestro lema: ‘¡Antes, más y mejor!’ y ahora más, que contamos con su ayuda desde el Cielo”.

Aprender a morir

Mari Bernal se refiere al final de la vida de Rosa Negrón con unas entrañables palabras: “La última fase de su vida es también edificante: nos ha enseñado cómo morir. Y nos ha enseñado a descubrir que somos capaces de aguantar fuertes y serenos el dolor y la incertidumbre, porque no estamos solos, porque Dios nos acompaña y sobre todo, todo lo que nos pasa es para bien. Gracias, Rosa, por haberme acompañado y enseñado. Y gracias por tu don de sabiduría y de piedad. Ahora, te encomiendo a nuestro país y a nuestro colegio, intercede por nosotros”.