Javier Cabrera Soriano: la santidad en el camino de cada día

El 26 de julio último falleció Javier Cabrera Soriano, el primer agregado del Opus Dei en el Perú. Su vida fue un camino en medio de su profesión, el periodismo, cuidando la calidad de su trabajo y fomentando la amistad sincera entre sus colegas.

El Prelado del Opus Dei, Monseñor Fernando Ocáriz, en una carta enviada desde la ciudad de Pamplona, el 29 de julio, al reflexionar sobre la vida de Javier decía: “Aunque nos duela la separación –es lógico–, no podemos estar tristes. Al contrario, nos viene instintivamente el agradecimiento al Señor por la vida de Javier. Era el primer agregado de la región, y hemos podido comprobar todos estos años, como lo comprobamos en tantas personas de Casa, que vale la pena entregarnos por completo a Dios”.

Natural de Chongoyape (Lambayeque), Javier conoció a monseñor Luis Sánchez-Moreno Lira, cuando éste se desempeñaba como obispo auxiliar de Chiclayo, en los años sesenta. Javier junto con varios jóvenes chiclayanos comenzaron a tener acompañamiento espiritual con monseñor Sánchez-Moreno, y conocieron a través de él, el espíritu del Opus Dei.

En el Lago Tiberíades, mar de Galilea, junto a Malco, agregado de Guatemala.

Al poco tiempo, Javier al establecerse en Lima, en su etapa universitaria, pidió la admisión en la Obra, siendo el primer miembro agregado del Opus Dei en el Perú. Estudió en la Escuela de Periodismo de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Desde el principio, acudió al Centro Cultural Sama, en donde colaboró en las actividades formativas dirigidas principalmente a universitarios de diferentes casas de estudio de la capital. Dirigían ese centro el ingeniero Jorge Boladeras, el doctor Víctor Morales y el recordado sacerdote Joaquín Díez Esteban, quien actualmente radica en España.

Trabajó en el diario La Prensa, en donde alternaba con otros colegas el encargo de jefe de redacción. Allí se desenvolvió con sentido profesional y destacó por su trato discreto, amable y con una laboriosidad ejemplar.

Posteriormente, trabajó una buena temporada en la agencia de noticias Andina, para finalmente pasar a laborar en el colegio Alpamayo, como responsable de la oficina de información, de las publicaciones escolares e institucionales. Su habilidad como corrector de estilo fue una de las mejores competencias profesionales que ejercitó con singular destreza.

Javier Cabrera junto a Ángel Lui y Francisco Bobadilla, en la terraza del Sama
Javier fue una persona que supo estar en el lugar que le correspondía tanto en su trabajo profesional como en el tiempo que dedicó a la formación profesional y humana de todos aquellos, jóvenes y mayores, que acudían a las actividades del Centro Cultural Sama.

Conoció a san Josemaría Escrivá de Balaguer, cuando el fundador del Opus Dei vino de visita apostólica al Perú en el año 1974. Javier fue una persona que supo estar en el lugar que le correspondía tanto en su trabajo profesional como en el tiempo que dedicó a la formación profesional y humana de todos aquellos, jóvenes y mayores, que acudían a las actividades del Centro Cultural Sama. Quienes lo conocieron coinciden en destacar su gran amabilidad, su ponderación al tratar diversos temas de la opinión pública, su discreción en el trato y su lealtad con los numerosos amigos que tuvo a lo largo de su vida.

Al jubilarse, Javier dedicó con mucha abnegación gran parte de su tiempo al acompañamiento de otros fieles mayores del Opus Dei, cuidando de ellos en sus dolencias y en una actitud continua de disposición para acudir a la ayuda de quienes necesitaban compañía o consuelo.

Al jubilarse, Javier dedicó con mucha abnegación gran parte de su tiempo al acompañamiento de otros fieles mayores del Opus Dei, cuidando de ellos en sus dolencias y en una actitud continua de disposición para acudir a la ayuda de quienes necesitaban compañía o consuelo. Javier disfrutaba de la música clásica, las visitas culturales a museos y centros históricos. Mantuvo –asimismo– el interés por el acontecer político y social nacional e internacional; gozaba mucho de actividades culturales a las que asistía con regularidad en diversos centros de Lima. Sus planes cambiaron, cuando en los tres últimos años de vida, empezó a tener una serie de dolencias que lo limitaron mucho físicamente, por las continuas hospitalizaciones que afrontó durante esta temporada. Estas dolencias, las sobrellevó con espíritu cristiano y su actitud frente al dolor fue rezar con mayor intensidad, ofreciendo esas dificultades por la Iglesia, la Obra y por las diversas intenciones que sus amigos le pedían.

Ha dejado escritos sobre historia de la Obra en el Perú, que serán de mucha utilidad para el conocimiento de la labor del Opus Dei en nuestro país.

Luego de recibir a varios amigos que solicitaron visitarlo, falleció el 26 de julio de 2022, rodeado del cariño de otros fieles de la Obra, a los 75 años de edad.

Carlos Alfonso Enríquez Beck