Isidoro: un amigo cercano

El próximo 15 de julio se cumple un año más de la partida del Venerable Siervo de Dios Isidoro Zorzano, quien tiene mucho más que devotos en el mundo: tiene amigos. María José Salazar, de Perú, cuenta el protagonismo que tiene en su vida.

La familia Hidalgo Salazar
¿Se puede hacer amistad con una persona del “otro mundo”? Desde mi experiencia, creo que sí. La comunión de los santos permite esta realidad.

Hace ocho años conocí a Isidoro Zorzano. Él estaba en el Cielo y yo, en la tierra. ¿Se puede hacer amistad con una persona del “otro mundo”? Desde mi experiencia, creo que sí. La comunión de los santos permite esta realidad.

El asunto fue así: tengo la gracia de conversar, de vez en cuando, con un sacerdote que en el Perú queremos muchísimo: el padre Antonio Ducay, quien ha sido profesor de varias promociones de alumnos en la Universidad de Piura. “don Antonio”, para los amigos. Cierto día, le conté que estaba preocupada por diversos problemas económicos, laborales y un largo etcétera. Me dijo: “Pídele ayuda a Isidoro Zorzano”.

Fue increíble: las dificultades por las que pasaba no solo desaparecieron, sino que se convirtieron en situaciones muy positivas para mi familia.

Yo sabía quién era: uno de los primeros miembros del Opus Dei, un gran apoyo para san Josemaría Escrivá durante la guerra civil española, pero no sabía mucho más. No encontré en ningún lado su estampa, pero la conseguí por Internet. Fue increíble: las dificultades por las que pasaba no solo desaparecieron, sino que se convirtieron en situaciones muy positivas para mi familia. Golazo de Isidoro como intercesor: me había convencido.

La autora de la nota ante la tumba de Isidoro
La autora de la nota ante la tumba de Isidoro

Luego de leer su biografía, sentí que nuestra relación ya no era del tipo “la que pide – el que hace de mediador”, sino la de una mujer con un amigo en el Cielo: paciente, comprensivo, humilde y dispuesto a ayudar.

Tiempo después, le escribí una carta a quien fue prelado del Opus Dei hasta el 2016, monseñor Javier Echevarría. Le conté muchísimas cosas, entre ellas, mi historia con Isidoro. Tímidamente, le pedí que me enviara estampas porque no había en Perú. Don Javier no me hizo llegar estampas, me regaló LA estampa, una con una reliquia, nada menos que con pedacito de camisa de Isidoro… y no solo una vez, ¡dos veces me mandaron una estampa así! (quizás había alcanzado la categoría de “devota” premium).

En UCI neonatal

Cuando salí embazada de mi segundo hijo, no sé por qué, pero sentí mucho miedo de perderlo o que le pasara algo. Ante ese temor, me planté frente al Sagrario y le dije a Isidoro, sospechando que le gustaba mucho ese lugar: “No voy a pensar más. Tú te encargarás de mi bebé, apóyate en la Virgen para que hagan un buen equipo y todo salga bien”. Seguro el Cielo se enterneció al ver a Isidoro tomar nota de mi tremendo pedido, alcanzarlo a nuestra Madre y Ella, a Jesús.

Pero mi hijo estaba protegido por pedido expreso a Isidoro y pienso que Dios mismo lo empujó a salir para poder sobrevivir.

Rafael Isidoro (no podía llamarse de otra manera), mi bebé, nació prematuro. Por algún motivo, mi placenta había dejado de alimentarlo y no hubo forma de que el médico se diera cuenta, pues el problema ocurrió entre un control pre natal y otro, sin ninguna explicación. Pero mi hijo estaba protegido por pedido expreso a Isidoro y pienso que Dios mismo lo empujó a salir para poder sobrevivir.

Las horas de espera en la UCI neonatal fueron eternas. No sabíamos qué pasaría con mi hijo Rafa, ni siquiera me dejaban verlo. Yo solo rezaba. Se lo había encargado a la Virgen y a Isidoro, mi hijo estaba luchando por su vida, por algo se había adelantado su venida al mundo… debía tener fe.

Creo que todos los bebés que estuvieron durante ese tiempo en la UCI se beneficiaron de la bondad de Dios a través de Isidoro, pues poco a poco los vi crecer y recuperarse junto con mi hijo.

Y, con fe, logró respirar por sí solo. Cuando por fin pudimos entrar a verlo en la incubadora, no dudé en pegar sobre ella la estampa con reliquia para que lo cuidara. Una enfermera me preguntó quién era ese señor (las estampas suelen ser de sacerdotes o monjas, no de laicos), y le conté un poco de su historia. Creo que todos los bebés que estuvieron durante ese tiempo en la UCI se beneficiaron de la bondad de Dios a través de Isidoro, pues poco a poco los vi crecer y recuperarse junto con mi hijo.

Mi hijo Rafael lsidoro, quien lleva ese nombre en agradecimiento a Isidoro Zorzano.
Mi hijo Rafael lsidoro, quien lleva ese nombre en agradecimiento a Isidoro Zorzano.

Hoy, Rafael tiene 6 años y es un niño precioso. Tras lo ocurrido en su nacimiento, decidí que solo “molestaría” a Isidoro por temas relacionados con mi niño. Podría pensarse que le di un descanso, pero nada más lejos de la verdad: mi hijo, desde los seis meses, sufre de problemas bronquiales (actualmente más controlados, felizmente), y más de una vez hemos terminado en emergencia.

Sin embargo, cada crisis ha sido apaciguada de formas que jamás hubiera imaginado gracias, pienso yo, a nuestro buen intercesor. Ni qué decir de la cantidad de fiebres que duraron horas en lugar de días, de las caídas estrepitosas que no dejaron ni cicatrices, o de la paz que, como mamá ansiosa, solo mi amigo Isidoro es capaz de conseguirme desde el Cielo.

En Vallecas, un sueño hecho realidad

Mi marido es español. Por ello, cada vez que conseguimos ahorrar lo suficiente, viajamos a Huesca (Aragón), la ciudad natal de Raúl. En diciembre de 2021, luego de varios años, pasamos Navidad allá. Para volver a Perú debíamos salir de Madrid, lugar al que llegamos antes de la hora programada del vuelo de retorno a Lima. Hablé con mi esposo y le dije que no podía dejar España, esta vez, sin visitar la tumba de Isidoro, ubicada en la Parroquia de san Alberto Magno, en Vallecas.

Mis hijos en la parroquia san Alberto Magno de Vallecas, Madrid, donde está la tumba de Isidoro.

El COVID-19 estaba terrible en España y no queríamos meternos a un metro, menos aún con todas las maletas que llevábamos. No sabíamos qué hacer, hasta que mi mamá me dio la idea de buscar a un tío mío para que nos llevara en su auto. Gracias a Dios, ese día y a esa hora, estaba libre. Por fin, visitaría a mi amigo “en persona”.

Los restos de Isidoro están en una especie de caja de mármol más pequeña de lo que esperaba. Al costado, hay hojas informativas sobre su vida y estampas. Nos acercamos junto con mi hija mayor Cristina y Rafael Isidoro para rezar juntos. Luego, tomé varias estampitas y las froté sobre la tumba. A decir verdad, quería sentarme allí por horas frente al Sagrario y al lado de mi amigo Isidoro, pero la movilidad nos esperaba afuera y el tiempo nos ganaba.

Espero volver en algún otro momento de mi vida, sin pandemia, sin maletas y con una bolsa de minutos mucho más grande para pedir y agradecer, sobre todo esto último, porque desde que conocí a Isidoro, hace ocho años, no me ha dejado sola ni un momento y, estoy segura, no lo hará nunca.

Gracias a la comunión de los santos podemos tener familiaridad con quienes están en el Cielo. Desde ahora, pido a Dios que me dé la gracia de poder estar presente en la beatificación de Isidoro.

María José Salazar