“Hoy soñaré con Belén” (Parte 2)

Monick Tello, numeraria peruana quien radica en Estocolmo, Suecia, cuenta su experiencia en primera persona como voluntaria junto con un grupo de jóvenes en Belén, estadía previa a la JMJ Lisboa 2023.

Grupo de voluntarios y los niños

Cuando opté por dedicar parte de mi tiempo al voluntariado en un hogar infantil en Belén, Tierra Santa, durante este año, en el verano europeo, nunca imaginé que la vivencia se convertiría en un capítulo significativo de mi vida. Esto me ayudó a entender a fondo el significado del sufrimiento y la Cruz; y, también el verdadero propósito del servicio desinteresado.

Siempre me ha atraído el voluntariado y hacerlo en Tierra Santa era un anhelo verdadero. En abril del año pasado, viajé a Roma en Semana Santa con algunas amigas y nos propusimos realizarlo en el 2023. Debo admitir que quizás me faltó confianza, ya que el plan cayó en el olvido. En noviembre de 2022, Ayelén, una de mis amigas, me llamó y preguntó: “Monick, ¿cuándo empezamos a organizar el voluntariado en Tierra Santa?”. Parece que las cosas llegan en el momento oportuno.

Así, que involucramos a Marcela y comenzamos a preparar el proyecto. Correos electrónicos, llamadas por teléfono, coordinaciones y dificultades. Es justo mencionar a Almudena, quien trabaja en la ciudad de Jerusalén, en la iniciativa Saxum, quien nos ayudó desde el principio. A través de ella, establecimos contacto con la familia religiosa del Verbo Encarnado, a cargo del Hogar del Niño Dios, en Belén.

Después de una noche de viaje con escala en Riga, capital de Letonia, aterrizamos en Tel Aviv, Israel el 21 de junio y nos dirigimos inmediatamente al hogar infantil, donde llegamos a las 6:15 de la mañana. Tuvimos la suerte de llegar justo para la Adoración al Santísimo y la Santa Misa. Obviamente, después desayunamos.

Luego nos llevaron a la vivienda para voluntarios y descansamos algunas horas. Regresamos al hogar infantil al mediodía, momento en el cual realmente comenzó la aventura.

El hogar infantil está ubicado en una colina, muy cerca de la Iglesia de la Natividad, a la cual asistimos a misa cada día a las 8:30 de la mañana, la cual se encuentra más arriba: 1,5 km desde donde nos alojábamos. Nuestro día comenzaba “cuesta arriba” cada mañana y con una temperatura de 30 grados. Durante el camino a la iglesia, una de las voluntarias, Ayelén, solía recibir pan de una panadería como obsequio, un gesto generoso de la gente local.

Marcela y Ayelén con Amani, quien falleció poco tiempo después

Al partir desde Estocolmo, Suecia sabíamos que ayudaríamos en un hogar infantil y que los niños tenían necesidades especiales, pero lo que encontramos superó las expectativas. Eran niños con enfermedades de origen genético e incurables.

El hogar infantil está a cargo de cuatro religiosas del Verbo Encarnado, con dedicación las 24 horas. A lo largo del año, un grupo de personal contratado y voluntarios de distintas partes del mundo, cada uno con su propia historia, se unen para brindar apoyo.

Así conocimos a Julie y Clement de Francia, ella ya llevaba tres meses allí; a Nicolás de Chile, quien llegó como peregrino a Tierra Santa y decidió quedarse en el hogar para ayudar durante algunas semanas. La mirada tierna y llena de ilusión de estos niños no deja a nadie indiferente.

La primera tarde la Hermana Qalb, palabra árabe que significa Corazón nos contó muy rápidamente la historia de cada uno mientras ellos dormían la siesta, únicamente para que sepamos atender mejor las necesidades de cada niño. Recuerdo que debíamos cuidar especialmente a uno al que le gustaba esconder sus juguetes para llevarlos a su cama y a otro, a quien le gustaba chupar todo lo que veía.

Pero, ¿A quién teníamos que vigilar? ¿Quién era el que bailaba? ¿Quién acababa de llegar al hogar? ¿Y quién llevaba muchos años ahí? Por mucho que quisimos retener lo que la hermana Qalb nos decía, todas las historias y nombres se mezclaron en nuestras cabezas y al final no sabíamos quién era quién o a quien le gustaba que.

Al verlos, uno se pregunta: ¿Cuál es el propósito de la vida de estas pequeñas criaturas?

Desde un punto de vista humano, calculadoramente uno podría pensar que la vida de esos niños no tiene sentido. ¿Qué pueden aportar a la sociedad? Internamente, podría surgir el juicio: son simplemente el resultado del egoísmo de padres que los abandonaron. Al verlos, uno se pregunta: ¿Cuál es el propósito de la vida de estas pequeñas criaturas?

Layal, 2 años de edad

Creo que encontré la respuesta un día mientras daba de comer a Camilo. Tiene muchas dificultades para masticar la comida, realiza movimientos involuntarios; y, –a veces– vuelca el plato de comida. Al finalizar, tras casi una hora para darle de comer, el babero y mi ropa solían estar sucios. Ese día de junio, me acerqué a Camilo y pensé: “Ángel de la Guarda de Camilo, ayúdame a alimentarlo. Que esta acción no sea una tortura para él, que pueda comer en paz”. Le tomé la mano y de pronto comprendí que me estaba haciendo un favor a mí.

Mi “esfuerzo y voluntariado” no era más que acompañar a Camilo en su camino hacia la cruz. Su vida tenía sentido al permitirme estar a su lado. De alguna manera, su carga era mi redención, ya que él seguramente alcanzaría el Cielo y allí podría mencionarme ante la Virgen María. En ese momento, mis lágrimas cayeron tal y como ahora mientras escribo esto, al recordarlo.

Por primera vez, entendí que el voluntariado no es simplemente “hacer algo por los demás”. No se trata de “dar de comer al necesitado”, de demostrar cuán “fuerte y abnegada soy”, ni de usarlo como “penitencia y expiación de mis pecados”, ya que brindar amor no es un acto penitencial. Adoptar esta actitud nos expone al riesgo de vernos a nosotros mismos como héroes.

Como la Santa Madre Teresa de Calcuta solía decir, se trata de encontrar a Jesús en cada una de esas personas del Hogar: Marcelino, Layal, Dua, Nico, Rozan, Belén, Sabrina, Cici y todos los demás. Ellos son felices porque solo necesitan cariño, no dispositivos móviles ni vacaciones en Tailandia, por mencionar algún lugar del orbe.

Como la Santa Madre Teresa de Calcuta solía decir, se trata de encontrar a Jesús en cada una de esas personas del Hogar: Marcelino, Layal, Dua, Nico, Rozan, Belén, Sabrina, Cici y todos los demás. Ellos son felices porque solo necesitan cariño, no dispositivos móviles ni vacaciones en Tailandia, por mencionar algún lugar del orbe. Si comparamos sus vidas con las nuestras, podríamos pensar que carecen de felicidad. El dilema radica en que nuestra concepción de felicidad, tal vez está equivocada. Entendí que el propósito de sus vidas es guiarnos hacia el Cielo.

Belén leyendo

La fatiga fue una compañera constante en esta tarea, pero descubrimos que las sonrisas radiantes de cada niño contrarrestaban el agotamiento. Esas sonrisas, llenas de inocencia y alegría, nos invitaban a seguir adelante, a brindar lo mejor de nosotras sin importar cuán exhaustas nos sintiéramos.

el voluntariado en el hogar infantil nos brindó valiosas lecciones sobre empatía, gratitud y resiliencia humana. Cada uno de nosotros, tiene el poder de marcar la diferencia en la vida de los demás.

En última instancia, el voluntariado en el hogar infantil nos brindó valiosas lecciones sobre empatía, gratitud y resiliencia humana. Cada uno de nosotros, independientemente de nuestras circunstancias, tiene el poder de marcar la diferencia en la vida de los demás.

Ayelén, una de las voluntarias que me acompañó en esta aventura, me dijo lo fantástico que ha sido para ella conocer a cada niño por su nombre, saber su historia y compartir momentos únicos que nunca olvidaremos. Es hermoso saber que, entre ese grupo de niños: Adel llama a gatitos cuando come, que Marcelino habla cuatro idiomas, que Dua se porta muy bien, pero al final del día llorará para conseguir un poquito de atención. Sabemos ahora que Rahma es la más cariñosa y que si le gustas, siempre querrá sentarse a tu lado, que la palabra favorita de Rozán es: “vamos” y que Nacho es el niño a quien le gusta chupar todo lo que ve.

Actuación de fin de curso

Otra de mis acompañantes, Marcela me dijo algo que resume bien nuestros días en Belén: “Fui voluntaria por solamente una semana y mi trabajo principalmente consistió en el cuidado de los niños. Para ellos yo formé parte de su vida solo por unos días, pero para mí ellos estarán en mí el resto de mi vida. Disfruté y valoré cada momento. Ahora meses después, aún siguen conmigo, aún recuerdo sus rostros, sus llantos, sus sonrisas”.

Tengo el mismo sentimiento, cuando miro hacia atrás, lo hago con un corazón rebosante de gratitud y alegría. Amani, una de las niñas a quienes cuidamos en Belén, falleció el lunes 14 de agosto, víspera de la festividad de la Asunción de la Virgen María. Sin duda, Nuestra Madre del Cielo la acoge en su seno. Ya no sufre ninguna enfermedad ni limitación. Siento tristeza, pero también felicidad por haberla conocido, por haber cruzado nuestras miradas... hoy soñaré con Belén.

Monick Tello