El relato de un hijo: “Espéralo todo de Él”

El siguiente relato transcurrió hace dos años, a pocas semanas de la navidad y tiene que ver con el sacramento de la unción de los enfermos y el agradecimiento de un hijo a su padre. La escribe Richard, cooperador del Opus Dei.

En la foto con mi padre, hace algunos años, en el estadio de La Paz, Bolivia, antes del partido Bolivia vs Perú.

En la octava de Navidad, tiempo en que agradecemos la llegada del Niño Dios y donde lo recibimos con la mayor alegría, quiero compartir una pequeña historia que me tocó vivir por el fallecimiento de mi querido padre Ricardo Yangali, donde se plasma esa frase de san Josemaría: “Espéralo todo de Él”.

Mi padre, un hombre de setenta y tres años, amante del fútbol, radicaba en la ciudad de Huancayo y desde hace un tiempo, adolecía de una enfermedad, que se complicó durante los primeros días de diciembre. El día cinco fue ingresado a la unidad de cuidados intensivos (UCI) del hospital Ramiro Prialé en Huancayo. Pude verlo, hablarle, animarlo y aprovechar esa ocasión para acercarlo más a Dios.

El ocho de diciembre, fiesta de la Inmaculada, mi padre se pone muy grave, los médicos no me daban esperanzas y me advertían prepararme, porque podría fallecer en cualquier momento. Comienza entonces mi búsqueda de apoyo espiritual; lo más importante en ese momento era llevar un sacerdote que pudiera administrar los sacramentos, como la Unción de los Enfermos y prepararse para el encuentro con el Señor.

Recurrí a varios amigos en búsqueda de ayuda. Sin embargo, transcurrían las horas y no encontraba respuesta positiva. Gracias a Dios y su Madre, nuestra Madre Santísima, seguí insistiendo en la búsqueda.

Aproximadamente a las tres de la tarde me había quedado sin energía en la batería del celular, en ese momento empezó una lluvia intensa en la ciudad de Huancayo. Fue hasta las cinco y media de la tarde, que pude volver a encender mi celular y es entonces que pude ver el mensaje que un amigo me había escrito: “He hablado con el padre Saúl Pérez, él es Párroco del distrito de Huancán (pequeña ciudad ubicada a veinte minutos de Huancayo) por favor, recógelo a las 4 pm”.

Iglesia y plaza en Huancan de Huancayo

Cuando leí el mensaje, ya la hora de la cita había pasado, empecé a llamar al sacerdote para coordinar con él, e insistía también escribiéndole mensajes, pero no respondía. Decidí entonces ir a la parroquia personalmente, a pesar de que no tenía certeza de encontrarlo allí y si podría o no ayudarme.

Al llegar a Huancán me doy con la sorpresa de que los accesos a esa localidad estaban bloqueados, debido a obras en la Plaza de armas. Luego de varias peripecias pude llegar a la puerta, lógicamente se encontraba cerrada. Empecé a tocar y nadie respondía, di una vuelta alrededor para verificar si había otro ingreso y no encontré ninguno. Ante ello, retorné nuevamente a la puerta principal y seguí tocando la puerta, pero aparentemente no había nadie. Sumado a ello había una lluvia en ese momento, ante dicha situación, pensaba que lo más lógico era que me retirara puesto que ya eran más de las seis de la tarde; sin embargo, algo en mi interior me decía “¡espera!” y decidí esperar parado bajo la lluvia.

“De ninguna manera, vamos en este momento, porque los enfermos no esperan”.

Habrían transcurrido aproximadamente cuarenta minutos y recibí un mensaje del Padre Saúl donde me decía que me había esperado a las cuatro de la tarde y ya eran las seis y cincuenta. Le respondí dándole las disculpas del caso y le pedí por favor que me abriera, lo cual accedió. Al abrirse la puerta de la parroquia lo primero que hice fue saludar al Señor, ¡Gracias, gracias, gracias! ¡Dios mío! Luego de ello, le expliqué por qué no había podido llegar a tiempo y le comenté lo grave que se encontraba mi padre. Le pedí además que, por favor reprogramaríamos la visita al hospital para el día siguiente. Ante ello, el padre cambia de actitud totalmente respondiéndome: “De ninguna manera, vamos en este momento, porque los enfermos no esperan”.

Salimos de prisa con rumbo al hospital a donde llegamos aproximadamente ocho de la noche, pasamos a UCI y encontramos a mi padre en estado de agonía. Se llevó a cabo una pequeña ceremonia en presencia de mis hermanos, el padre procedió a darle la unción de los enfermos junto al perdón de sus pecados. A partir de ese momento, mi padre dejó de tener sobresaltos y entró en un estado de paz absoluta.

Habíamos salido de UCI, estábamos en la sala de espera alistándonos para retirarnos, cuando el médico me informa que mi padre había fallecido.

Esta noticia me sorprendió muchísimo, porque estaba comprobando la infinita Misericordia de Dios para con todos sus hijos.

Esta noticia me sorprendió muchísimo, porque estaba comprobando la infinita Misericordia de Dios para con todos sus hijos. Me dije, es un Padre que está a la puerta esperando que demos un pasito, los sacramentos para mi padre, y darnos el gran abrazo de encuentro, de padre e hijo; y el considerarlo así, me llenó de alegría y paz el corazón.

De paseo con mi familia

En este tiempo de la octava de Navidad, con la llegada del Señor, me llenan de agradecimiento a mi alma, estas palabras de san Josemaría: “Dios mío, siempre acudes ante las necesidades verdaderas”, ¿Que por momentos te faltan las fuerzas? ¿Por qué no se lo dices a tu Madre? María nuestra Madre, y a Jesús se va y se vuelve por María”.

Richard Yangali