El padre Manuel Botas

Con motivo del 60 aniversario de la llegada del Opus Dei al Perú, el historiador José Agustín de la Puente Candamo recuerda la figura del sacerdote Manuel Botas, enviado por san Josemaría Escrivá para iniciar la labor apostólica del Opus Dei en tierras peruanas.

Padre Manuel Botas

En estos días se cumplen sesenta años de la llegada al Perú de Manuel Botas, ingeniero industrial y sacerdote español, quien se incorporó a la vida de Lima el 9 de julio de 1953 para iniciar la labor del Opus Dei en nuestro país, como se lo había encomendado san Josemaría Escrivá.

Manuel Botas, quien no cumplía aún los 30 años, llegó a Lima sin medios mayores entre las manos y con una íntima decisión espiritual de trabajar. Su misión era muy clara: dar los pasos iniciales para el desarrollo de la obra apostólica que se le había encomendado y no ahogar esfuerzo en ese empeño.

Aquí procede esta pregunta, ¿qué era, qué es el Opus Dei? La respuesta es muy simple: una institución fundada para afirmar y difundir el objetivo de la perfección cristiana, de la santidad personal entre todos los hombres a través del propio trabajo cotidiano, sin limitar ese objetivo a la vida de los religiosos o a la de los eclesiásticos. Era la afirmación de una novedad antigua y permanente. En el Perú, para realizar el objetivo antes dicho, fue Manuel Botas la persona que abrió los caminos y las primeras puertas, durante los años en que vivió entre nosotros, de 1953 a 1959.

Universidad de Piura

Son múltiples los frutos que se pueden presentar del trabajo iniciado por Manuel Botas: la labor realizada en la prelatura de Cañete y Yauyos, que la Santa Sede encomendó al Opus Dei en los días en que todavía el padre Botas permanecía en Lima; el desarrollo de colegios en diversos lugares del país; la creación de la Universidad de Piura en 1968; el desarrollo de múltiples actividades en el campo del trabajo agrícola, en la formación de empresarios, en la multiplicación de empeños diversos orientados a la vida de la familia.

Todos son ejemplos de una tarea amplia, silenciosa y riquísima, que busca -fuera de todo empeño subalterno y por encima de él- acercarse al perfeccionamiento del ser humano. La labor de formación y enriquecimiento personal es sin duda lo más profundo y silencioso de este múltiple empeño apostólico. Pues bien, en esta tarea, las primeras piedras, inmediatas o distantes, las puso el padre Botas.

Al lado de la certidumbre en el empeño apostólico, tuvo el padre Botas óptimas calidades personales para el desarrollo de su labor. Al convencimiento íntimo se añadía, en sus actos de todos los días, una clara vocación de servicio y una vivencia plena de la amistad con muchas de las personas a las que trató; esa vivencia de la amistad se reflejaba, por ejemplo, en el hecho de que era un gran conversador.

San Josemaría en Lima

Había nacido en la ciudad de El Ferrol, y ocultaba en su intimidad el orgullo de ser gallego y el afecto por las virtudes de su región. Era servicial; hablaba claro, aunque fuera incómodo el tema que mencionara; nunca perdía las buenas maneras y decía lo que podía ser desagradable del modo que pudiera evitar la ofensa y el agravio.

No se puede olvidar que en el desarrollo de su labor el padre Botas pasó momentos difíciles, de incomprensiones. Sin embargo, es verdad que abrió un camino y señaló una ruta a miles de personas y familias que no lo conocieron, y que hoy aprecian la labor que el Opus Dei realiza en el Perú.

El Comercio, Perú