Cecilia Aguilar: Darse cien por cien a los demás

Cecilia Aguilar partió hace un año al cielo. Muy apostólica y querida, de carácter abierto, acogedor y enamorada de su vocación al Opus Dei. Ejerció la práctica médica en Arequipa en los últimos doce años de su vida. Pilar Chávarry Moscoso, quien la conoció de cerca, escribe unos recuerdos sobre ella.

Cecilia junto a un grupo de amigas en Wayrana

Ceci, como familiarmente le decíamos, vive para siempre en nuestro recuerdo: La sonrisa era su rasgo más característico. Llegar a Wayrana, el centro de mujeres de la Obra en Arequipa y cruzarte con ella, era razón suficiente para también sonreír; siempre tenía un comentario amable que hacía sentir muy bien a propios y extraños.

Cecilia nació en Piura el 4 de octubre de 1969 y falleció en Arequipa el 11 de junio de 2021. Era la mayor de cinco hermanos: María Laura, Natalia, Milagros y Absalón.

Pidió la admisión como numeraria del Opus Dei en su ciudad natal, un 25 de junio de 1986, a los 16 años, mientras estudiaba el último año de secundaria en el colegio Mater Admirábilis, desde entonces, lo suyo fue darse cien por cien a los demás.

El don de la amistad

Era una persona servicial, siempre dispuesta a ayudar a quien lo necesitara, a la hora que fuera, sin pensar para nada en ella, así lo manifiesta Claudia, una de sus tantas amigas: "Conocí a Cecilia en el 2010, cuando yo estudiaba en la universidad, recuerdo ver a Ceci con esa alegría y entusiasmo que la caracterizaba, para ese entonces la mayoría de chicas que asistía al centro, conversaba con alguien de la casa y pues, en ese momento se me vino a la mente que a mí me gustaría conversar con ella y así fue. La primera vez que conversamos me brindó esa confianza para poder contar con ella en los buenos y malos momentos. Cecilia siempre estaba dispuesta a escucharte, ayudarte, aconsejarte y a rezar por uno cuando más lo necesitabas. Con ella aprendí que sí existían amistades sinceras y que, si se quiere guardar esa amistad como un tesoro, había que alimentarla”.

Celebrando su cumpleaños

Al servicio de los demás

Cecilia estudió medicina en la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina). Al terminar los estudios, volvió a Perú donde inició su carrera profesional. Se especializó en Medicina nuclear y trabajó una temporada en el Instituto Peruano de Energía Nuclear (IPEN), además de dedicarse a la consulta privada.

En julio de 2009, se trasladó a vivir a Arequipa contratada por el Instituto Peruano de Seguridad Social, Essalud para poner en marcha el Servicio de Medicina Nuclear de la Macro Región Sur. Durante sus años en el servicio médico tuvo oportunidad de preparar a cuatro residentes en la especialidad de Medicina Nuclear. Se preocupó siempre de ellos, de su formación profesional y humana, quienes hoy la recuerdan con especial cariño.

Con sus compañeros del servicio del Hospital

Cecilia supo integrar su vocación profesional con la vocación a la santidad en medio del mundo. Como san Josemaría señala en “amar al mundo apasionadamente”: “Debéis comprender ahora -con una nueva claridad- que Dios os llama a servirle en y desde las tareas civiles, materiales, seculares de la vida humana: en un laboratorio, en el quirófano de un hospital, en el cuartel, en la cátedra universitaria, en la fábrica, en el taller, en el campo, en el hogar de familia y en todo el inmenso panorama del trabajo, Dios nos espera cada día”.

Como médico, junto con las tareas profesionales y propias de la labor apostólica en la residencia de mujeres en Arequipa, también organizaba actividades al servicio de los demás, como campañas de salud en El Nazareno, ubicado en Cerro Colorado en Arequipa, lugar al que llegaban familias de escasos recursos para recibir atención por diferentes médicos a los que Cecilia invitaba. Durante los picos más altos del COVID-19 en el Perú pedía colaboración de alimentos y los llevaba a estas familias. En esa tarea la apoyaba su hermana Natalia.

Acogedora con todos

Muchas personas la recuerdan por su capacidad profesional, con una sonrisa en los labios, acogedora con todos: tenía una palabra amable para quien se dirigía a ella. Siempre disponible para lo que se necesitara.

Muchas personas la recuerdan por su capacidad profesional, con una sonrisa en los labios, acogedora con todos: tenía una palabra amable para quien se dirigía a ella. Siempre disponible para lo que se necesitara. Se preocupaba también de ir más allá en el trato con los demás, por ejemplo, ayudó a preparar a más de una pareja de novios para que reciban el sacramento del matrimonio.

Cecilia era una persona que se hacía querer
Cecilia era una persona que se hacía querer

Muchos son los testimonios que nos llegan de personas que se relacionaron con Cecilia en el Hospital nacional Carlos Alberto Seguin Escobedo de EsSalud, donde llegó a ocupar la Jefatura del servicio de medicina nuclear. Allí, tras su fallecimiento le rindieron un homenaje donde diferentes personas expresaron cómo había influido en sus vidas.

Con gente joven

Una de las características de las personas del Opus Dei es su afán apostólico por ayudar a acercarse más a Dios a sus familiares, amistades y demás personas a su alrededor. Cecilia hacía amistad con la gente joven de manera natural. Fue una de las responsables de organizar la labor con profesionales jóvenes en el Centro de la Obra en Arequipa. Las reuniones eran cada lunes y así ayudó a crecer la labor de la Obra de san Gabriel.

Una de ellas, Marita, la recuerda así: Hoy le doy gracias a Dios por hacer mi “ultima-primera” romería del 1 de Mayo con ella, se notaba que estaba inquieta porque yo llegué un poco atrasada, ese día venía de un velorio pero ella me esperó con la sonrisa de siempre, con su sombrero de ala ancha… y ¡a salir! nos fuimos buscando iglesias y la mayoría estaban cerradas por el feriado pero luego nos encontramos un sacerdote y nos dijo que la Iglesia de Santa Teresa siempre estaba abierta por su sacristía y ahí frente a la imagen de la Virgen me dijo ¿Qué linda está, no? su amor por la Virgen lo transmitía, como alguna vez que nos fuimos al mercado san Camilo para comprarle flores, estaba tan ilusionada como chiquita en un recreo.

Cecilia se caracterizó por su amor a la Virgen

Ceci tenía una gran devoción a la Virgen, nuestra Madre. En su último mes de mayo puso todo el empeño para que las supernumerarias y cooperadoras de la labor de san Gabriel trajeran a la residencia de la Obra de Arequipa, flores cada día para honrar a nuestra Señora. Se le veía feliz colocando los jarrones y las flores en el altar.

Era una persona que disfrutaba mucho de la vida en familia, propia en un centro del Opus Dei, y también de los ratos que pasaba los fines de semana con las numerarias auxiliares. Siempre disponible a lo que se le pidiera. Generosa en la atención de la labor apostólica que se le encomendaba.

Vivía con naturalidad, el punto dos de “Camino”, libro de san Josemaría: “Ojalá fuera tal tu compostura y tu conversación que todos pudieran decir al verte o al oírte hablar: éste lee la vida de Jesucristo”.

“Una explosión de alegría y buen humor”

Tenía un problema de cadera que le producía fuertes dolores y dificultad para caminar. Le costaba bastante aceptar la limitación física porque no quería dar trabajo a las demás y por el afán de servir que tenía.

se preocupaba por todos, especialmente por las almas de los demás, su fortaleza para superar sus problemas de salud eran un gran ejemplo, nunca se quejaba por el contrario era una explosión de alegría y buen humor

Una de sus amigas, Karina, la recuerda hoy “como una de las personas más alegres, cercanas y cariñosas que he conocido en mi vida, su preocupación era que yo amara mucho a Dios, se preocupaba por todos, especialmente por las almas de los demás, su fortaleza para superar sus problemas de salud eran un gran ejemplo, nunca se quejaba por el contrario era una explosión de alegría y buen humor”.

Cecilia poseía una alegría contagiante

Piadosa, cuidaba con especial esmero la Santa Misa en la que procuraba concentrarse con todas sus fuerzas. Tenía mucha confianza en Dios. Reconocía el amor que Dios le tenía. Desde que la internaron, hasta el día de su fallecimiento no dejó ningún día de conectarse a la Santa Misa vía zoom, pues era la única manera de poder escucharla en los momentos picos de la pandemia.

Le habló de la ilusión que le hacía poder encontrarse con la Virgen en el Cielo para SIEMPRE

Desde que supo que tenía COVID-19, comprendió que podría morirse. Así se lo dijo a una de sus tres hermanas, que pudo acompañarla antes de ser internada. Le habló de la ilusión que le hacía poder encontrarse con la Virgen en el Cielo para siempre.

El último día que pasó en la tierra, pidió que fuera a verla el capellán del hospital. Ella había colaborado mucho con él, incluso facilitándole toda la indumentaria para que pudiera acercarse a pacientes con COVID-19. Pidió que la ayudaran a poder arreglarse lo mejor posible para recibir al Señor en la Eucaristía. También recibió la Unción de enfermos. Falleció antes de las cuatro de la mañana del día 11 de junio, fiesta del Sagrado Corazón de Jesús.

Hoy sabemos que Cecilia está en el cielo, cantando a la Virgen con esa melodiosa voz que Dios le regaló y que tanto nos hizo disfrutar en esas esperadas tertulias, en las que sin timidez alguna le daba al canto y al baile para alegría de sus amistades y hermanas.

Su vida ha sido un regalo para quienes la conocimos, aunque partió al encuentro de Dios Padre antes de lo que hubiéramos esperado, ella se encargó de hacernos disfrutar con la mayor intensidad su presencia, solo queda decir ¡Gracias Ceci! ¡Nos veremos en el paraíso!

Pilar Chávarry Moscoso