Un año en el que Francisco consolidó su liderazgo moral global

En 2015, el Papa viajó a 11 países, escribió una encíclica sobre el medio ambiente e inauguró el Jubileo en África.

Nota publicada por el diario La Nación.

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Viajó a 11 países de cuatro continentes. Escribió una encíclica sobre el medio ambiente, Laudato Si', la primera de un papa sobre este tema que preocupa a todos, creyentes y no creyentes. Inauguró el Jubileo Extraordinario de la Misericordia, tema central de su pontificado, no en el Vaticano, sino en Bangui. La capital de República Centroafricana, ex colonia francesa víctima de una guerra civil desde hace años, es periferia de las periferias del mundo y marcó todo un símbolo del rumbo renovador de su pontificado.

El papa Francisco cerró así un año intenso, en el que consolidó su liderazgo moral mundial. Su rol de "papa diplomático" quedó afianzado con el histórico deshielo entre Estados Unidos y Cuba. Su viaje de septiembre a la isla comunista demostró que, si hay determinación y voluntad, puede funcionar esa cultura del diálogo que pregona desde el día de su elección.

El deshielo entre Cuba y Estados Unidos marca ese pasaje de Francisco, el papa de los pobres, a un rol político-diplomático de inmensa trascendencia en un mundo azotado por varios conflictos.

Ese rol de papa-diplomático fue más allá de Cuba. Consciente de su rol de puente, desde la emblemática Plaza de la Revolución, el Papa también se interesó por el fin de otro conflicto que lleva más de 50 años: el enfrentamiento entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el gobierno del presidente Juan Manuel Santos.

El Papa tampoco casualmente cerró su año de viajes internacionales con una gira por Kenya, Uganda y República Centroafricana, la visita más arriesgada de su pontificado. Allí, en otra ruptura con la tradición de la Iglesia Católica, se convirtió en el primer papa que no abre en el Vaticano un año santo. Y también inauguró anticipadamente el Jubileo de la Misericordia al abrir la Puerta Santa de la catedral de Bangui, capital de un país desangrado por una cruenta guerra civil desde hace cuatro años.

"Por primera vez en la historia un gesto típico del centro de la Iglesia, como abrir la Puerta Santa de un Jubileo, fue realizado en una periferia de periferias. Eso es totalmente novedoso, no sólo para leerlo en clave de descentralización de la organización de la Iglesia, sino también para leer la visión de la realidad desde las periferias del Papa", destaca el padre Carlos Galli, miembro de la Comisión Teológica Internacional del Vaticano.

El Papa impacta siempre por su estilo humilde, cercano a la gente. Más allá de las resistencias de un núcleo duro conservador que lo acusa de populista, en Estados Unidos volvió a insistir en la urgencia de salir a curar a los heridos de hoy.

En este sentido, para Galli, es clave un discurso que hizo el Papa para la conmemoración del cincuentenario de la institución del sínodo de obispos, justo en medio de la asamblea que hubo en el Vaticano en octubre pasado donde -por primera vez- se discutieron con franqueza temas antes tabú que hacen a la familia de hoy.

"Dijo que la Iglesia debe ser una pirámide invertida: el pueblo arriba, los ministros, obispos y todos los demás en el medio, y el papa abajo de todo, porque es siervo de los siervos de Dios", destacó." Esa frase tiene un sentido eclesiológico renovador. La historia de la eclesiología sabe que antes del Concilio Vaticano II la imagen de la Iglesia era piramidal, pero al revés: el pueblo de Dios abajo, los ministros y el papa en la punta. Esa figura muestra este giro de la pirámide invertida, donde todos nos servimos mutuamente", agrega.

    Elisabetta Piqué

    La Nación