Obispo de Abancay gana Premio Mundial de Poesía Mística inspirándose en el “Vía Crucis” de San Josemaría Escrivá

El ganador del XXIV Premio Mundial Fernando Rielo de Poesía Mística, ha sido Monseñor Gilberto Gómez González, Obispo Auxiliar de Abancay, quien llegó al Perú desde Tuy Vigo (España) en 1986, para trabajar en esa diócesis, enclavada a 3000 metros sobre el nivel del mar, en pleno corazón de la imponente geografía andina.

Mons. Gilberto Gómez, recibiendo el premio Fernando Rielo de Poesía Mística.

El poemario con el que ganó se llama “Via Lucis” y, como el mismo lo cuenta, el primer esbozo lo hizo hace más de 20 años, cuando leyó por primera vez el “Via Crucis” de San Josemaría Escrivá que lo entusiasmó y lo animó a empezar a escribir también su propia obra.

La afición a la poesía la cultiva desde los once años, pero hoy su intenso trabajo pastoral le deja poco tiempo para dedicarse a la creación poética. Por eso aprovecha los interminables viajes en autobús y las largas caminatas que tiene que realizar visitando los lejanos pueblos de la serranía para escribir. Además, su inspiración se alimenta del dolor convertido en gozo de aquellas gentes que tienen una vida muy difícil debido a la pobreza y la marginalidad en que viven. Y es así que en esas circunstancias, el libro “Via Crucis” (camino de cruz) se ha ido transformando, fruto de su experiencia vital, en un poema maduro que es este “Via Lucis” (Camino de Luz).

Las siete palabras de Cristo pronunciadas desde la cruz es el hilo conductor del “Via Lucis”, pero lo especial del poema es que el poeta se despoja de su voz, se vacía a sí mismo para unirse a la Voz de Cristo, de forma tal que el Cristo que habla en el resto del poema es la figura de la Pasión y Resurrección, a la vez que también es ese otro cristo que el poeta quiere ser. Allí se da lo místico, que no es otra cosa que la unión del hombre con Dios, como lo expresaba San Josemaría: ser “alter Christus”, “Ipse Christus”, vivir la misma vida de Cristo.

Participaron 191 poemarios, para sorpresa de esta versión del premio la mayoría de las obras han sido de poetas asiáticos y africanos. Los diez finalistas han sido de Perú, Estados Unidos, España, Irlanda y Camerún.

En las alturas de Abancay

--¡Qué agradable sorpresa que un obispo sea poeta...! No forma parte específica de su ministerio. ¿Es una vocación reciente?

--Monseñor Gómez: Ni soy el único obispo que hace poesía ni es una vocación reciente. El mismo Santo Padre escribe poesía cuando puede. Yo la cultivo desde los once años, casi en secreto. A veces releo mis poesías. Y cada año escribo algo.

En mis actuales circunstancias, auxiliar de mi obispo, debo visitar continuamente los pueblos de esta imponente geografía andina --cuatro provincias--, a más de 3000 metros sobre el nivel del mar. Los viajes duran horas y horas, en vehículos públicos muchas veces, y algunas a pie. Confieso durante horas, administro los sacramentos, comparto con los sacerdotes y con esas humildes gentes. Aprendo mucho... En tiempos libres --las más en los transportes--, voy tomando notas, apuntando frases poéticas... Es una afición que no estorba, un don de Dios.

Durante un viaje de misión.

--¿Qué le movió a escribir «Via Lucis»?

--Monseñor Gómez: El primer esbozo lo hice hace más de veinte años, cuando leí por vez primera el «Viacrucis» de San Josemaría Escrivá, que me entusiasmó.

En setiembre de este año, mis buenos amigos, los Misioneros Identes de Abancay, me hicieron llegar las bases el XXIV Premio Mundial «Fernando Rielo» de Poesía Mística, y caí el la tentación de participar. Entonces tomé mi pequeño «viacrucis» y lo transformé en «Via Lucis». Es un Cristo paciente y glorioso a la vez que dialoga con el Padre y con sus cristos, sus seguidores hasta el fin de los tiempos... Lo hace de una forma poética.

--«Via Lucis» le ha merecido el premio de poesía mística Rielo. ¿Cual es el rasgo esencial de la poesía mística, para usted?

Entiendo que la poesía mística trata de expresar de forma bella la unión del hombre con Dios. La vocación de cada cristiano es identificarse con Cristo: ser «alter Christus», «Ipse Christus», vivir la misma vida de Cristo. Lo más maravilloso del Evangelio no es que contenga la vida de Cristo, sino también tu vida y la mía... Expresar esta identificación con palabras hermosas es la misión del poeta.

Visitando un caserío.

--¿Es más difícil hoy día que antaño escribir proponer la cruz y el dolor como vías de luz y gozo?

--Monseñor Gómez: La llamada de Cristo es la misma hoy, ayer y siempre: «El que quiera venir en pos de Mí tome la Cruz...». San Pablo lo expresa bellamente: «Me alegro en mis padecimientos...y suplo en mi carne lo que falta a la pasión de Cristo en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia» (Col 1,24).

No es que objetivamente falte algo al dolor de Cristo. Es que ha querido darnos la oportunidad de corredimir con él, asociar a él nuestros dolores en favor de la salvación de todos los hombres y de la nuestra propia.

Igual que a San Pablo, a los santos, sufrir por amor les producía gozo. Por ejemplo, San Josemaría escribió en sus «Apuntes íntimos» en el 1932: «Mi camino es de amar y sufrir. Pero el amor me hace gozar en el sufrimiento, hasta el punto de parecerme ahora imposible que yo pueda sufrir nunca». Lo mismo vemos en todos los místicos. Es así como el camino de Cruz se convierte en Camino de Luz. Igual que pasa en los amores humanos, el amor convierte el dolor en gozo.

Mons. Gilberto es recibido por un grupo de niños.

Fernando Rielo, poeta místico, fundador de este prestigioso premio, que escribió el último verso de su vida el pasado 6 de diciembre, así lo cantó en «Dolor entre cristales» y así lo quiso vivir.

Es cierto que en el mundo actual está en vigor la filosofía hedonista: la calidad de vida se mide por la cantidad de placer. Si así fuera, ¿qué decirle a estas nuestras pobres gentes del Perú y de este departamento de Apurímac, uno de los más marginados del país? Felizmente, estas humildes gentes lo entienden, y saben por dónde viene la verdadera liberación.

Tenemos que luchar por una mejor calidad de vida, sí, pero también debemos anunciar que sólo «por Cristo y en Cristo se ilumina el misterio del dolor y de la muerte, que fuera del Evangelio nos envuelve en absoluta oscuridad».

Zenit