Necesitamos tomar decisiones concretas, porque los buenos deseos no bastan

Ronald Olivera Ríos, ingeniero peruano de 33 años, fue uno de los 34 nuevos sacerdotes que el Prelado del Opus Dei, Mons. Javier Echevarría ordenó el pasado sábado 27 de mayo en la Basílica de San Eugenio en Roma.

El Padre Ronald Olivera

El ahora padre Ronald Olivera estudió en el colegio La Salle, de Lima; terminó en el año 1989, junto a 153 compañeros. Posteriormente ingresó a la Universidad de Lima para estudiar Ingeniería Industrial.

En 1995 hizo prácticas pre- profesionales en la Corporación Backus, en el departamento de Recursos Humanos, sección de Desarrollo de Personal.

En 1996 ingresó a IBM trabajando como asistente administrativo, primero en el departamento de Logística, luego en Servicios Generales, y finalmente en Planeamiento y Control, hasta el año 2000, en que viajó a Roma para obtener la Licenciatura y el Doctorado en Teología.

A continuación responde a algunas preguntas:  

¿Cómo procuraba santificar su trabajo en un mundo tan tecnificado como el de IBM?

El ritmo de trabajo es intenso en una trasnacional que busca mantener el liderazgo como empresa tecnológica. Como cristiano que aspiro a vivir coherentemente mi fe, tuve que pelear con "uñas y dientes" para no olvidar que el trabajo debe hacerse ante todo cara a Dios, y para que la competitividad no me obligara a anteponer el trabajo a los deberes que tiene un cristiano común.

En un ambiente profesional tan competitivo hay una fuerte tendencia al individualismo: los propios objetivos laborales, las metas, el prestigio, etc. y, como me comentaban algunos compañeros de trabajo, es muy fácil que uno anteponga el trabajo incluso a su familia.

¿Cuáles han sido los momentos de su vida más difíciles o complicados?

En cierta ocasión, estaba realizando un trámite que se retrasaba más de lo debido. Una persona me propuso que falsificara un documento, para salir rápidamente del atolladero. Era sencillo, porque era poco probable que alguien revisara ese documento y, como yo contaba con la confianza de varias personas, nadie se iba a dar cuenta. La formación cristiana que recibí me ayudó a discernir la falta de moralidad de un comportamiento así, y no acepté.

Pero lo más complicado fue decidir dejar mi país, un trabajo estable con un ascenso pactado y en trámite –en una época y un país donde abundaba la desocupación– para estudiar humanidades y estar disponible para ser llamado al sacerdocio.

Algunos amigos me sugerieron que me lo pensase mejor y otros me increparon la falta de prudencia por tomar una decisión así, pero era consciente que si yo no estaba dispuesto a tomar esa decisión, habría al menos un par de brazos menos que se necesitaban para una labor que es más importante que mi provecho personal.

¿Pensó alguna vez que se ordenaría sacerdote?

Para ser franco, no. Gracias a Dios buscaba hacer bien las cosas, pero ser "un cura" me resultaba astronómicamente lejano. Sin embargo, no tengo que contar cómo está el Perú, la ayuda espiritual que necesita nuestra gente, la desorientación que reina en nuestra sociedad... en fin. Si nadie se decide a echar una mano, las cosas tardarán mucho más en mejorar. Por eso, espero que el tiempo de vida que tenga pueda servir para ayudar a tanta gente, siendo un instrumento de Dios... o por lo menos sin estorbarle.

¿Cómo ha reaccionado su familia con respecto a su ordenación?

Debo agradecer el apoyo que he recibido de mi familia. No puedo negar que alguna lágrima les ha saltado, porque veían desmoronarse algunas ilusiones que se habían hecho. Pero, sabiendo que soy feliz haciendo la voluntad de Dios, en ningún momento se han opuesto, incluso me han apoyado cuando algún conocido no estaba de acuerdo con mi decisión. Eso ha hecho más llevadero el verlos poco durante el tiempo que duraron mis estudios.

¿Qué mensaje daría a los jóvenes del Perú?

Que no tengan miedo a lo que requiere esfuerzo. Todavía tenemos la capacidad para aspirar a ser mejores ayudando a los que tenemos alrededor. No son cosas incompatibles. Podemos decir "no" a lo que sabemos que está mal, a la vez que podemos buscar crecer más en generosidad, viendo más allá de nuestra comodidad personal. Tenemos un espíritu grande pero necesitamos tomar decisiones concretas, porque los buenos deseos no bastan.