Animadas por el llamado del Papa Francisco a emprender iniciativas por los más necesitados, las jóvenes se propusieron organizar el programa de voluntariado “Servir para servir”. El objetivo era motivar a estudiantes recién egresadas de la universidad a ser más generosas con su tiempo y ayudarlas a descubrir la alegría de servir a los demás.
Urrunaga es un barrio en la periferia de Chiclayo, habitado mayoritariamente por familias procedentes del interior del Perú que buscan mejores condiciones de vida, trabajo y oportunidades para sus hijos. Aunque cuenta con los servicios básicos elementales, tiene carencias en la sanidad ambiental y en sus centros educativos no hay suficientes recursos técnicos y de personal.
Existe una numerosa población infantil desatendida: los niños se quedan solos en sus casas o bajo el cuidado de los hermanos más grandes, mientras los padres salen a trabajar o en busca de medios para subsistir. Por otro lado, los niños que asisten al único colegio estatal de la zona, tienen bajas calificaciones y una alimentación deficiente.
El grupo de jóvenes se propuso ayudar a los niños de Urrunaga. Por ejemplo, se consiguió material didáctico para atender a 60 niños, diez de cada grado de Primaria y les proporcionó, con ayuda de sus profesoras estables, reforzamiento académico en las áreas de comunicación y matemáticas.
También se organizaron en equipos básicos para impartir asesoramiento en distintas áreas: en reforzamiento del aprendizaje académico; en salud, familia y orientación psicológica, según las especialidades de las profesionales involucradas en este proyecto de ayuda social cuyo impacto ha sido positivo en los alumnos y en las familias de esa zona.
Un programa de vida: vivir las obras de misericordia
También en Chiclayo más de 60 estudiantes de secundaria que frecuentan el Centro Cultural Los Sauces, realizaron visitas a enfermos en hospitales y distintas actividades de promoción social y catequesis, con ocasión del Año de la Misericordia.
Tamara Calle, una estudiante de tercero de secundaria, comentó con ocasión de este programa: “Lo primero, me dio pena llegar al hospital y ver a los niños solos y abandonados. Pero esta experiencia me sirvió mucho para darme cuenta que existen otras realidades en las que yo puedo aportar: llevarles algunas cosas de primera necesidad, y algunos juguetes para que se distraigan, porque están muy solos.
Aproveché ese tiempo con los niños para hacerlos reír, pasé el tiempo con ellos: conversando o jugando con aplicaciones de mi celular que para ellos era algo nuevo y que les llamaba mucho la atención: se veía en sus caritas felicidad. Me gustó mucho esta experiencia porque me sirvió para valorar más lo que tengo: familia, salud, colegio, necesidades materiales básicas cubiertas. Me encantaría egresar pronto del colegio para seguir prestándoles algunos servicios y tratar de involucrar a mis amigas porque hay mucho trabajo que hacer y en serio lo necesitan”.