Don Javier Echevarría en el cielo

El Doctor Francisco Bobadilla Rodríguez, profesor de la Universidad de Piura publicó en el Diario "El Tiempo" el martes 13 de Diciembre un artículo recordando al Prelado del Opus Dei, Monseñor Javier Echevarría.

El día de ayer, Fiesta de la Virgen de Guadalupe, falleció en Roma Mons. Javier Echevarría (1932-2016), Prelado del Opus Dei desde 1994. Estuvo en el Perú en dos ocasiones. La primera vez en 1996 y la segunda, en el 2010. En ambas oportunidades visitó Piura y mantuvo tertulias con numerosas personas en el Campus verde de la Universidad de Piura, de la que fue Gran Canciller.

Un hombre de Dios, formado al calor de dos grandes maestros de la santidad: San Josemaría, el santo de lo ordinario y el beato Álvaro del Portillo, ejemplo de fidelidad y bondad sin igual. Tremenda responsabilidad la que recayó en sus hombros cuando fue nombrado Prelado del Opus Dei. Fue un padre solícito y hasta el final tuvo en su corazón y en sus oraciones a todos sus hijos e hijas. Lo conocí en el año 96 y volví a verlo en Piura en el 2010. La misma imagen en ambas oportunidades: un padre acogedor, cariñoso y de una lucidez amable y ponderada.

Su fidelidad a la Iglesia fue notable. Tuvo la finura de alma de San Juan Pablo II. Para mi gusto, su libro “Getsemaní”, consideraciones espirituales alrededor de la oración del Señor en el Huerto de Getsemaní antes de su Pasión, quedará como un clásico de la espiritualidad cristiana. El amor a la liturgia sigue las huellas del papa emérito Benedicto XVI. Dedicó muchas de sus prédicas al cuidado de la Eucaristía y la Santa Misa. Y en los últimos años secundó, con renovado esfuerzo, la amplia catequesis del Papa Francisco quien ha resaltado el rostro misericordioso de Dios.

Lo suyo fue amar y enseñar a amar. De continuo, en las muchísimas reuniones que tenía con gentes de todo el mundo y de todas edades y condiciones, resaltaba con naturalidad los diversos rostros del amor. Cuando lo oía, recordaba aquellos pasajes de San Juan, apóstol, cuando se dirigía a los fieles de la naciente Iglesia y les decía “hijitos míos, que os queráis unos a otros”. Y es cierto, en el amor siempre nos quedamos cortos y podemos amar más, ser mejores hijos, amigos, padres, profesores. En definitiva, ser más verdaderos. Y ya que hemos sido “misericordiados” –como dice el papa Francisco- ojalá seamos, también, misericordiosos. ¡Descanse en paz, don Javier!

Publicado en el Diario "El Tiempo" de Piura el martes 13 de Diciembre de 2016